sábado, 7 de marzo de 2009

Capitulo 3. El encanto de los tarros

-Paciencia Dehay, paciencia, pues es una gran virtud y una desgracia no tenerla, ¡OH! Pero que maleducada…tendréis hambre…llevamos aquí horas y horas…
Ella siguió con su discurso abrazando a Roci, hablando con Dehay, pero yo no la escuchaba, en cuanto había hablado de la hora yo me di la vuelta y me sumergí en la escena que se podía observar a través del cristal lleno de polvo: todas las hadas mayores de edad continuaban adornando las calles de Rosaleda, desde pequeña me gustaba ver a las hadas volar de un lado para otro cogiendo y colocando adornos de toda clase y color, yo también deseaba ayudar pero la edad iba en mi contra porque todavía me faltan 6 siglos para ser un hada echa y derecha. Aunque desde que nacimos nunca fuimos iguales, por ejemplo como cuando aprendimos a volar. Las hadys a los 6 no llegan a volar por encima de las casas y se están cayendo constantemente, lo suelen perfeccionar sobre los 12 siglos, pero nosotras no, a los 3 siglos ya lo teníamos dominado. Otra diferencia son las alas las primerizas tienen las alas transparentes casi imposibles de ver, pero en cambio las nuestras ya tenían un color radiante y bello, -aunque a su vez algo transparentes- y, la ultima y más asombrosa; somos las únicas hadas de todo nuestro mundo y del universo que tienen poderes, pues las hadas solo tienen poderes para levantar algo muy pesado o para brillar con mas intensidad. Yo, la primera en nacer tenía el poder de controlar la naturaleza a mi antojo y de volverme invisible, Dehay la segunda, descubrió su poder el día de la fiesta del invierno, se enfado tanto que quemo un mueble en segundos y el otro era que tenía una capacidad especial para saber el amor que sentía una persona por otra, muy útil para saber si te quieren o no, pero muy trágico si sabes que tu amor no es correspondido. Y por ultimo la pequeña Roci, tenia el poder de controlar el agua y el viento y era la encargada de que si llovía en las fiestas hiciera lo posible por pararla. Cada una de nosotras distintas en forma de ser pero iguales a la vez, pues éramos trillizas.
-Carines, nos vamos a la entrada con Sabia para coger los tarros.
-¿Para que queréis los tarros?-dije despertando de mi sueño.
-Mientras tú estabas soñando Sabia nos ha dicho como encontrar a la Vieja Hada.
-¿A sí? ¿Cómo?
-No queda otra opción que abrir los tarros- dijo Sabia entrando en la sala seguida de mi otra hermana.
-Pero usted dijo que eran muy peligrosos ¿y si nos pasa algo?
-Son peligrosos para hadas que no tienen poderes ya que al abrirlo el tarro explotaría, las hadas morirían y sus almas serían devoradas por aquella hada.
-Entonces ¿solo nosotras podemos abrir los tarros y encontrar a quién los vende?
-Si no fuera así no os mandaría, pero el destino ha elegido que seáis vosotras las que la detengáis.
-Cuenta con nosotras- dijimos las tres a la vez
Cada una cogió su tarro y Sabia se fue ya que al abrir los tarros su alma seria devorada.
-A la de tres- dije agarrando la tapa- Una, dos… ¡tres!
Desde ese grito todo paso muy rápido los tarros no explotaron sino que todo el poder que llevaban dentro se introdujo en nuestro cuerpo potenciando nuestros poderes, después de eso nos agarramos las manos y fuimos trasportadas a otra casa mas oscura y siniestra que cualquier casa que haya visto.
-¿Dónde estamos?- pregunto Roci con miedo agarrándose mas fuerte a mi mano
-Bienvenidas a mi mansión- dijo una siniestra voz desde el interior. Roci me apretó con toda la fuerza que tenía.
Dehay parecía maravillada ante tanto horror, por todo el jardín no se veía ni una hierba y el cielo era tan oscuro que no se podían distinguir las tenebrosas aves que surcaban los cielos
-¿Vais a pasar?-nos volvió a hablar la voz
Comenzamos a paso lento, Dehay la primera y Roci y yo detrás pero en un segundo estábamos ante de las gigantescas puertas.